¿Miedo a hablar en público?
- Alex Ibarra
- 28 jun
- 2 Min. de lectura
“Temblores, sudores, pensamientos catastróficos… ¿Y si me desmayo?” Mejor echamos el freno aquí.
¿Cuáles son las claves para manejar nuestro cuerpo y mente en situaciones de exposición pública?
Dar una respuesta simplista sería lo más fácil y hasta titularmente atractivo. Pero desde mi enfoque, el punto de partida es claro: la confianza en nuestras capacidades.
—¿Confianza? ¿Y cómo consigo confiar en mí mismo?
Siempre respondo lo mismo: porque te conoces.
Aquí viene la pregunta clave: ¿nos conocemos realmente a nosotros mismos? Sé que suena a tópico, pero es una cuestión profunda.

Cuando hablamos en público, nos convertimos en un escaparate: el medio a través del cual circula la información. Todo el foco está sobre nosotros. ¿Qué ven los demás? ¿Qué proyectamos?
Conocerse a uno mismo genera una sensación de control psicológico, incluso cuando ese conocimiento incluye reconocer nuestras propias áreas de incertidumbre. Esa honestidad interna genera coherencia entre lo que pensamos, sentimos y decimos, lo cual facilita la fluidez al expresarnos.
Por eso es tan importante decirte a ti mismo, con sinceridad: ¿Qué sé realmente sobre lo que voy a decir? ¿Qué no sé? Esta claridad es más poderosa de lo que parece.
Recuerdo una exposición durante la universidad en la que tenía que hablar sobre La división del trabajo social de Émile Durkheim. El problema: no me había leído el libro completo. Sin embargo, entendía su propósito y su aportación fundamental, que era el foco real del trabajo: transmitir conocimiento con sentido.
Mi presentación comenzó así:
“Vamos a hablar del libro La división del trabajo social de Émile Durkheim… que no me he leído del todo”.
Hubo risas, sorpresa y tensión en el aire. Pero algo ocurrió: mi sinceridad rompió el hielo, me sentí alineado con lo que realmente sabía, y eso me permitió fluir, explicar el contenido que comprendía, conectar con el público y ganar seguridad.
Cuando terminé, el profesor me preguntó:
—“¿Cómo te atreves a exponer sin haber leído el libro completo?”
Le respondí:
—“A buen entendedor, pocas palabras bastan”.
No defiendo la improvisación como método, pero esa experiencia me dejó una lección: cuando hay coherencia entre lo que uno piensa, siente y dice, se genera un tipo de confianza genuina que no depende de tenerlo todo bajo control.
Y tú, ¿has vivido alguna vez una situación parecida?
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